El circo político

rajoyÚltimamente se oye mucho en esa prensa detestable y manipuladora que tenemos eso de «la nueva política», la nueva forma de entender lo que hasta ahora era la concepción de lo político, diciéndonos que se ha abierto una brecha en la hasta ahora granítica clase dirigente española. Todo ha sido a raíz de la fabricación de Podemos por ciertos sectores mediáticos y del impulso a Ciudadanos por las élites económicas. Nos venden una «regeneración democrática» propiciada por los partidos emergentes (emergentes gracias a los mass media del Sistema) y a la que irremediablemente se tienen que sumar los «partidos tradicionales». Muchos pensamos que esto no ha sido así, que todo atiende a un falaz montaje mediático en cuya base están únicamente los intereses de los oligarcas que realmente gobiernan el país. Pero si nos paramos un poco a pensar en ese cambio podemos darnos cuenta que no es tal, que sólo se supedita a un lavado de cara superficial, epidérmico, que ni mucho menos ha transformado todo ese asqueroso aparato que subyace en la forma de hacer política del venenoso bipartidismo que hemos sufrido desde que se murió ese mequetrefe asesino que fue Franco.

Sabedores de lo que reclama la perezosa sociedad española, los dueños que dirigen el teatrillo de nuestra democracia han dispuesto un «nuevo» panorama político para volver a captar a todos aquellos que de alguna manera dejaron de dar su confianza a sus dos marionetas, PP y PSOE. Así ampliaron las opciones y aparecieron Podemos y Ciudadanos como renovadores (!) de la añeja política. Viendo un peligroso (para ellos, para el Poder) avance de la izquierda (por parte de IU), se sacaron de la chistera una bomba de profundidad que se presentaría como rupturista y hasta radical desde posicones de izquierdas para arrastrar a esos díscolos votantes que no comulgaban con las ideas neoliberales del bipartidismo. Y así fue, hubo un trasvase de inocentes votantes de IU que, creyéndose el proyecto del mesías Iglesias, se pasaron a Podemos. Tras esta hábil maniobra, Podemos comenzó a virar hacia una posición alejada de sus orígenes hacia el centro (según ellos mismos), pero el trabajo ya estaba hecho, la izquierda estaba finiquitada. En IU quedaron sólo los que de verdad entendieron la trampa, pero el daño ya estaba hecho.
Y Ciudadanos vino a revitalizar la derecha que el PP había debilitado. Los oligarcas financieros se encargaron de alimentar a un partido que pasó de no tener ni una sola alcaldía en Cataluña en 10 años a ser casi la segunda fuerza política del país en unos pocos meses.
Podemos darnos cuenta sin mucho esfuerzo lo bien que han jugado las cartas con estos dos partidos, se cargaron a la izquierda y resucitaron a la derecha.

Y en un país tan analfabeto y manipulable como es España, la televisión supone un arma excepcional para modular la opinión pública. Viendo que la audiencia se narcotiza e idiotiza con programas chabacanos, soeces y de mal gusto como Gran Hermano o Sálvame, se quiso introducir en la política un espectáculo más o menos similar pero sin llegar a tales niveles de degradación. Ahora la política es así, un espectáculo en el que nuestros representantes o futuros dirigentes se pasean por los platós de televisión haciendo el imbécil, cocinando, bailando, tocando la guitarra, enseñando su casa o cantando. Todo eso parece que gusta, que le da a la política otra dimensión más cercana, cuando lo único que supone es una banalización en sí misma. Es cierto que hacía falta un cambio en la concepción tradicional de la política, que los «líderes» necesitaban mostrar una cercanía y complicidad que les hiciera llegar mejor al pueblo, pero se ha pasado de un extemo a otro. Yo no quiero ver a un idiota dando un mitin subido en un banco (qué incivismo) o jugando al futbolín junto a un cantante casposo o corriendo con la inefable Ana Rosa Quintana; quiero un político que se acerque al pueblo a través de sus propuestas, de su saber transmitir un programa creíble y honesto, quiero que me convenza desde la humildad sin ser el jodido centro de atención de todas las malditas cadenas de televisión, no quiero que me intenten convencer haciendo el gilipollas en programas con presentadores aún más gilipollas.

Pero parece que funciona, que es lo peor. Han disfrazado la política de chabacanería y espectáculo y los partícipes de ese gallinero vergonzoso se mantienen ahí, copando los cuatro primeros puestos en intención de voto. Es lo que quiere el pueblo, pan y circo, y al parecer pan tampoco, visto sus preferencias. En cambio otros más discretos, que basan su propuesta sólo en el programa y en una cercanía más humilde al elector pero sin estupideces, son apartados sistemáticamente de los debates por el mero echo de no ser partícipes del jolgorio; y claro, para el pueblo, ávido de mezquindades y banalidades, quien no figura en prime time no existe. Ése es el gran problema de esta tierra, la falta de hondura, la carencia de miras para ver más allá de lo que le ponen delante de sus narices y saber qué es lo que vale y lo que no, quién de verdad quiere hacer política para el pueblo y quién lo hace en beneficio propio aunque se deje su dignidad en el camino. Pero eso parece que es mucho pedir a un abúlico público que espera el siguiente espectáculo con los ojos muy bien cerrados.

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